Ellos eran partes de mundos distintos, a simple vista lo suyo era más que improbable, pero se encontraron sin buscarse.
Ella pensaba que era demasiado joven para perder las ganas de vivir. A menudo la gente la llamaba ‘niña’, pero nadie sabía lo que escondía detrás. Para la edad que tenía ya había aprendido eso de que te rompieran el corazón. E iba dando tumbos por la vida, había perdido toda tu luz y no tenía a nadie que no se pudiera cambiar con las sabanas.
Él pensaba que no era demasiado viejo para sentirse así. Sentía que la vida se le había marchitado demasiado pronto. Se había dedicado a existir desde que entrego su vida “al que se debe” y no a lo que realmente sentía. Y lo único que había conseguido, era haber hipotecado una vida que no era la suya propia.
Dos personas con muchas preguntas y pocas respuestas. Dos personas a las que el destino hizo encontrarse. Dos personas que no tenían ni idea, que ese encuentro iba a cambiar el resto de sus vidas.